Por: Mauricio Hernández Sarvide
La vida es una escalera y en este sentido, las crisis, de cualquier índole, tienen dos caminos: pueden significar un impulso para subir el siguiente peldaño o, por el contrario, una fuerza casi gravitacional que hace que bajes un escalón.
Phineas T. Barnum pertenecía a una época de costumbres arraigadas, específicamente, a una Nueva York en pleno siglo XIX. Su padre era sastre y vivía limitado en todos sentidos, tanto, que solo en sus sueños podía vislumbrar un futuro mejor. Soñaba con mejores días a pesar de su presente, confiaba en que su vida tenía que ser mejor. Su único recurso y escape de su realidad era su ingenio disparatado, ese que te puede llevar a grandes cosas. Esa es la primicia de The Greatest Showman (2017).

Históricamente nos atrae lo diferente. La novedad, la innovación y las nuevas perspectivas son esenciales para nutrir nuestro deseo permanente de explorar y conocer.
Sin embargo, muchas veces la anomalía nos sorprende y lejos de tratar de comprender su propósito y encajarla a nuestra realidad, la excluimos, la minorizamos y ”le hacemos el feo”.
A Phineas y a su padre los despreciaban por su situación económica. Toda su vida les remarcaron que no eran valiosos y que no pertenecían. Pero aquel niño, se resistía a quedarse encasillado en su cotidianidad y luego de la muerte de su padre y de mucho esfuerzo, consiguió salir adelante y sobrevivir. pese a todo pronóstico, de hecho, hizo más que eso.
Ya casado, con dos hijas y aún sin vivir en las mejores condiciones, fue despedido abruptamente al quebrar su empresa. El camino le ofrecía crisis y se pensó que ese impulso se convertiría en algo negativo, pero él escogió subir un escalón con su ingenio.
Pidió un falso préstamo, compró un museo de cera y confió en que mejoraría su situación. No fue así. Se oscurecía de nuevo su camino, pero sus hijas le proveyeron la luz, lo que hacía falta en su museo: algo vivo.
En ese momento, Barnum recordó cuando una mujer con aspecto distinto al convencional, caminaba bajo una larga túnica y le regaló una manzana en sus días de huérfano en las calles y todo cobró sentido.
Convocó a todas esas personas peculiares a los ojos de la sociedad. Todos aquellos demasiado chaparros, demasiado altos, demasiado robustos, delgados; de todos colores y distinciones. Montó un show musical espectacular donde todos relucían y que el público amaba.

Phineas no solo logró visibilizarlos, logró que los alabaran y mejor aún, que se sintieran valiosos y pertenecientes a un lugar, a pesar de que la sociedad los atacaba y los catalogaba de fenómenos. Incluso él siendo partícipe de dicha clasificación en ocasiones, pero siempre convencido de que todos ellos poseían algo más que ofrecer que solo una apariencia no aceptada por los demás y ahí es donde ocurre la magia de este musical.
P.T. Barnum descubrió el show de su vida. Mejoró su situación y a pesar de casi ser víctima de los placeres de la farándula, siempre encontró la manera de volver con quienes había construido esperanza.
Sin duda esta historia nos recuerda que ser diferentes lejos de ser una debilidad, es una fortaleza. Porque honestamente qué flojera ser normal y más aún no ser auténtico y vivir con miedo al qué dirán. No des el poder a otros de ocultar tu valor, al contrario, dales el privilegio de verlo. Lo diferente es disruptivo, pero también es lo que cambia las cosas. Sé raro, porque el mundo ya está plagado de normalidad, pero también necesita algo peculiar.

