Ser estudiante y mantener la motivación

Ser estudiante y mantener la motivación

Por: Zaira Valeria Hernández Martínez

En el ir y venir de la vida adulta, ser estudiante puede sentirse como una batalla constante contra el tiempo, el cansancio y las dudas. Hay días en los que uno se pregunta si todo este esfuerzo vale la pena; jornadas enteras se consumen entre clases, tareas, trabajos, traslados y responsabilidades familiares o laborales. A veces, pareciera que la vida está diseñada para poner a prueba nuestra voluntad de continuar. Y, sin embargo, aquí seguimos.

Estudiar no es solo adquirir conocimientos; es una forma de resistencia, una afirmación de futuro en un presente que muchas veces parece inestable. Mantener la motivación es quizás uno de los retos más grandes a lo largo de una carrera universitaria, sobre todo cuando el caos cotidiano parece reclamar toda nuestra energía. Pero abandonar no debe ser la opción por defecto. Al contrario, aprender a caminar sobre ese caos y encontrar sentido en medio de la tormenta es parte esencial del viaje.

Uno de los primeros consejos para no tirar la toalla es recordar por qué se empezó. ¿Cuál fue el motor inicial? ¿Una meta profesional, una promesa personal, el deseo de mejorar la vida propia o la de otros? Escribir esa razón en un lugar visible puede servir como ancla en los días difíciles. La motivación no siempre es constante, pero el compromiso puede serlo.

También es importante aceptar que no siempre se puede con todo, y está bien. La idea del multitasking como sinónimo de productividad ha sido sobrevalorada. En lugar de hacer muchas cosas a medias, es mejor concentrarse en pocas tareas con atención plena. Una técnica útil es el método Pomodoro, que consiste en estudiar por bloques de 25 minutos con pausas cortas entre ellos. Parece simple, pero ayuda a entrenar la mente para enfocarse y evitar el agotamiento.

Organizar el tiempo es clave, pero no se trata de llenar cada minuto del día con pendientes, sino de crear espacios realistas y sostenibles. Un horario flexible, que contemple momentos de descanso, puede ser más efectivo que una agenda saturada. De igual forma, dividir tareas grandes en partes pequeñas vuelve más manejable el camino.

Otra herramienta poderosa es rodearse de comunidad. Hablar con compañeras y compañeros, compartir inquietudes, pedir ayuda cuando se necesita o simplemente desahogarse, puede marcar la diferencia. A veces una conversación basta para reconectar con el propósito. Además, no hay motivación más contagiosa que la que nace de un grupo que se impulsa mutuamente.

Dormir, comer bien y moverse también son formas de estudiar. Aunque suene contradictorio, la salud física y emocional es una inversión en el rendimiento académico. El cerebro necesita descanso para funcionar y las emociones equilibradas para entender, reflexionar y crear. No se trata de perfección, sino de cuidar lo básico.

Finalmente, hay que permitirse celebrar los logros, por pequeños que parezcan. Terminar una lectura, aprobar un examen difícil o simplemente haber asistido a clases en una semana complicada, todo cuenta. Cada paso es una victoria, y reconocerlo ayuda a mantener el ánimo encendido.

“Estudiar en medio del caos también puede tener su propio orden.”

En lo personal, me encuentro a tan solo siete meses de concluir la carrera y graduarme. Es un momento crucial que me llena de ilusión, pero también de una presión que a veces abruma. Lo difícil no es ver la meta lejana, sino tenerla tan cerca y, aun así, sentir que el camino puede derrumbarse en cualquier momento. Es en este tramo final donde el desafío de no claudicar se vuelve más intenso, donde cada día cuenta y la disciplina se vuelve un acto de fe. Persistir, incluso en el cansancio, es también una forma de dignidad.

Estudiar en medio del caos no es señal de desorden, sino de coraje. Mantener la motivación
no significa no caer, sino aprender a levantarse con más fuerza. Y aunque haya días grises,
vale la pena recordar que, al otro lado de la constancia, siempre nos espera algo mejor.

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