Por: Mauricio Hernández Sarvide
Existen sentimientos que son universales e incluso podría decirse que inherentes a todo ser humano. La justificación es inexacta. La forma igual de ambigua, incluso la sensación.
El amor, tiene distintas formas, distintos contextos, fuerzas y funciones. Es un sentimiento que nos ataca tarde o temprano a todos y todas. En este mundo parece imposible escapar de él. Bien dicen, que es lo que mueve al mundo. Nada es más acertado a la realidad.
Nuestra toma de decisiones es impulsada por él, nos induce y con esa fuerza, al mismo tiempo da espacio para lo increíble. Algunos intentamos retratarlo, fotografiarlo, componerlo, musicalizarlo, y otros, tratamos de escribirlo.
Editando al amor (2012) Es una historia que retrata diferentes perspectivas de este fenómeno tan inevitable y que, a su vez, pareciera tan primordial para nuestra existencia.

La trama se centra en una familia de escritores, cada uno con una visión y un dilema distinto acerca de lo que conlleva amar a otro, incluso en distintas etapas me atrevería a decir.
Primeramente, encontramos a Will, el papá. Aclamado escritor, divorciado, pero con una profunda melancolía y depresión causada por su divorcio con la madre de sus hijos, hacía tres años. Es pasional, descarado y un romántico empedernido, fiel a la pasión que representa involucrarse en el mundo literario. Secretamente espera el regreso de su exesposa quien ya está casada con el hombre con quien le fue infiel.
Seguidamente tenemos a Rusty, el hijo. Un adolescente, igualmente escritor, de 16 años, también apasionado, pero inexperto en el arte del enamoramiento. Por el momento, su corazón lo tiene empeñado en conquistar a Kate, una chica de su clase con un secreto problema con las drogas y que sabe poco de su existencia.
Finalmente tenemos a Sam, la hija, quien a causa del divorcio de sus padres y de ser testigo de la infidelidad de su madre, no cree en el amor. Hasta que conoce a Louis y cambia su perspectiva.
Los tres enfrentan distintos dilemas amorosos. Will por su parte se encuentra en negación por el duelo de su divorcio. Lleva tres años así, pero está empedernido en no ceder y se aferra a la esperanza de que su ex vuelva. Aferrarse a dicho suceso inexacto e improbable merma su creatividad y su vida. Está en pausa y ni siquiera escribe nada nuevo, aunque eventualmente, avanza después de darse cuenta lo mal que le hace ese apego a su esperanza.
Rusty, por su lado, eventualmente logra entablar una relación con Kate. Pero ella lo usa como un método de sanación y luego de diversos sucesos, terminan para que ella se rehabilite. El final con ellos es incierto. Lo único seguro es que eso le rompe el corazón por primera vez.
Sam en cambio, no logra detener su atracción por Louis, quien le muestra que el amor puede ser un espacio seguro y de sanación, en lugar de destrucción. Aunado a esto, reanuda la relación con su madre, con quien no hablaba desde hace un año.
Estos apasionados escritores, viven el amor con diferentes objetivos y con mucha pasión. Pero, sobre todo, esta historia le otorga otra cualidad al amor: La imperfección.

¿Por qué? Porque el amor, está hecho para nosotros, las personas, los vivos; y nosotros, todos, somos imperfectos. Nadie puede valerse de impecabilidad en su actuar, mucho menos a la hora de amar. Es por eso que el amor se siente tan cercano.
Con esto no quiero decir que el amor lo puede todo o lo perdona todo, pero sin duda puede resistir todo. Amar es una decisión y aunque aquí lo trato de resumir en unos cuantos cientos de palabras, no hay descripción que le haga justicia a esa sensación. El amor es sagrado y es una decisión, en nosotros está en tomarla o no. En nosotros está amar o no, aún si es imperfectamente.

