El Rock & Roll en la ausencia

El Rock & Roll en la ausencia

Por: Mauricio Hernández Sarvide

Así empieza… Me pongo la pijama, apago la luz, contesto los últimos mensajes, pongo mi alarma, planeo mis pendientes del día siguiente, bloqueo el teléfono, me pongo la cobija encima, me giro de lado derecho, estiro mis pies, me persigno, cierro los ojos y finalmente, me quedo dormido.

Aterrizo en el mundo de los sueños y veo una cara conocida, alguien que no había visto en muchísimo tiempo. Pareciera que el recorrido de los años ha sido en vano, se oye su misma risa, cuenta los mismos chistes y me abraza con su ternura característica, casi paternal. Me dice te quiero y cuando estoy a punto de responderle… despierto.

En el trance de comprender que toda esa travesía no tuvo cabida en el plano terrenal, me golpea estruendosamente, un anhelo, una sensación de impotencia combinada con una penuria profunda, consecuencia de la imposibilidad de cumplir mi deseo. ¡Qué desdicha! porque sé que no se puede, pero como desearía que estuvieras aquí.

Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright. Si escuchas canciones de esas viejitas, pero bonitas como yo, ya sabes de quien te estoy hablando. Si no, es porque definitivamente necesitas escuchar a una de las grandes bandas de todos los tiempos: Pink Floyd.

En 1975, los papás del rock psicodélico lanzaron “Wish You Were Here”. Una canción que forma parte de su álbum homónimo, donde retratan el sentir del grupo, tras la visita inesperada de uno de sus fundadores y gran amigo: Syd Barret, luego de salir de la banda en 1968, derivado de sus problemas mentales a consecuencia de sus adicciones con las drogas.

Lejos de mejorar, al momento de su encuentro, Syd parecía más deteriorado, sobre todo físicamente. Incluso se rumora que Waters lloró tan solo con verlo y tanto fue su sentimiento, que escribió el single que a la postre, se convirtió en uno de los más exitosos de la agrupación.

A pesar de no tener unos versos muy extensos, la canción cuenta con líneas contundentes y se plaga de preguntas que, probablemente, sus amigos quisieron hacerle a Barret en ese momento, pero que no pudieron. Además, puntualiza en que, a pesar de su estado, el cariño seguía intacto, que lo extrañaban y que sí, deseaban que estuviera ahí.

Parte de la magia de esta composición, radica también en lo que la canción no dice, al menos literalmente. Melódicamente hablando y en mi opinión personal, tiene uno de los riffs de guitarra más bellos y desgarradores de la historia. En los acordes y en las notas, se denota el pesar de la ausencia de un viejo amigo, una sensación que merece ser escuchada, sin duda.  

En ocasiones, la ausencia es algo positivo, como cuando uno se enferma y luego de un tratamiento le dicen que ya no existe más el padecimiento. Otras veces es más dolorosa porque es algo necesario, como el caso de Syd Barret y otras más es irremediable porque esa ausencia es permanente y no hay nada que hacer para cambiarlo.

Casi siempre que se usa el término, es porque algo importante antecedía, algo o alguien, casi siempre alguien. En mi caso, mi ausencia ha sido mi tío desde hace algunos años, cuando nos dejó repentinamente.

Me enseñó muchas cosas, el valor de la familia, el soñar, el actuar a pesar del miedo, la autenticidad, la irreverencia, la comedia, la música y en específico, a Pink Floyd y a esta canción. Pero, de todas ellas, resalto siempre la presencia, porque siempre que lo necesité, estuvo. Justo como ahora, que no está físicamente, pero que se apareció de nuevo espiritualmente y le dio estructura a esta columna. Tío, ojalá estuvieras aquí como dice Pink Floyd. Siempre te celebraremos con furia, alegría y un poco de tristeza, así como aquel día donde tus sobrinos te cantaban este himno a todo pulmón viajando por la carretera un día después de tu partida. Hasta la próxima, seguiremos cantando.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *