Por: Zaira Valeria Hernández Martínez
Vivir en la intersección de tantos roles puede ser apasionante, pero también agotador. Cuando eres estudiante, política, abogada, activista y mamá, cada día se convierte en un desafío logístico y emocional. Nos han enseñado que el éxito es estar en constante movimiento, decir sí a todas las oportunidades y demostrar fortaleza sin mostrar cansancio. Pero, ¿qué pasa cuando el cuerpo y la mente nos piden un respiro?

Hablar de autocuidado en este contexto no es un capricho ni un lujo; es una necesidad. Se trata de encontrar estrategias que nos permitan sostenernos en el tiempo sin perder el rumbo. Esto no significa hacerlo todo sin descanso, sino aprender a priorizarnos para poder seguir adelante sin desmoronarnos en el camino.
Cuidar de nosotras mismas implica desarrollar una práctica consciente de bienestar. No se trata solo de darnos un gusto ocasional, sino de escuchar nuestro cuerpo, atender nuestras emociones y reconocer cuándo es momento de hacer una pausa. Decir “no” sin culpa, establecer límites claros y permitirnos descanso son actos fundamentales de autocuidado. No podemos ser todo para todos sin antes serlo para nosotras mismas.

Uno de los mayores retos es desmontar la idea de que pedir ayuda es una muestra de debilidad. Nos han hecho creer que podemos con todo, pero la realidad es que nadie puede sostenerse sola indefinidamente. Buscar apoyo profesional, hablar con amigas o compartir preocupaciones con alguien de confianza es esencial para nuestra salud mental. Delegar, compartir responsabilidades y permitirnos recibir cuidado también es una forma de amor propio.
El autocuidado no es solo una tarde de spa o un baño caliente, aunque también pueden ser parte de él. Es una construcción de hábitos saludables que nos permitan mantener el equilibrio a largo plazo: dormir lo suficiente, alimentarnos bien, mover nuestro cuerpo y reservar espacios para el descanso y la desconexión. La productividad no debería estar por encima de nuestro bienestar.
Respetar nuestros límites también es fundamental. Nos han enseñado a “darlo todo” sin reservas, pero la realidad es que aprender a reconocer hasta dónde podemos llegar sin ponernos en riesgo es una habilidad imprescindible. Decir “basta” no es un acto de rendición, sino una estrategia de supervivencia.

Hablar de salud mental y autocuidado es desafiar un sistema que nos exige estar siempre disponibles y dispuestas a darlo todo. No se trata de egoísmo, sino de comprender que solo podemos ofrecer lo mejor de nosotras mismas cuando estamos bien. Priorizar nuestro bienestar no es un lujo, es una necesidad. En el acto de cuidarnos, también aprendemos a cuidar mejor a quienes nos rodean