El poder de la voz

El poder de la voz

Por: Mauricio Hernández Sarvide

Hoy comenzaremos en el nido del espectáculo internacional, un lugar aparentemente adecuado para quienes sueñan con vivir en el “primer mundo”: Estados Unidos de América. Pero nos situaremos no en cualquier “América”, sino en la de los años 50´s. Tiempos, donde dicha nación, destacaba más que por su industria del espectáculo, por un fenómeno que desgraciadamente, aún existe hasta nuestros días, la segregación racial.

La separación entre personas negras y blancas era una constante día con día. Las personas de color no gozaban de los mimos salarios, no podían estudiar en las mismas universidades que los blancos, no podían usar el mismo autobús, no podían compartir espacios cívicos, ni baños; básicamente, no tenían los mismos derechos.

Sin duda fueron tiempos dolorosos para los afroamericanos, pero en esa lucha constante por la igualdad de derechos civiles, aparecieron activistas como el ministro Martin Luther King Jr. Quien luchaba con protestas pacíficas y discursos imponentes para el pueblo americano. Pero otras, preferían hacerlo con la música, específicamente, con una voz armoniosa, pero sobre todo, potente, encarnada en una mujer icónica, fuerte y determinada, Aretha Franklin.

Aretha, comenzó su carrera de cantante desde joven en su casa junto a su padre y hermanos, desde ahí ya se vislumbraba un aire superior en el tono de su voz, que sorprendía a todo aquel que la escuchaba. Sin embargo, su vida fue de todo menos fácil. De niña sufrió, el abandono de su madre y en su casa su padre, los criaba a todos con una severa disciplina. Aunado a eso, sufrió abuso sexual en dos ocasiones, a los 12 y a los 14 años, que resultaron en embarazo y en el posterior nacimiento de sus primeros hijos. Por si fuera poco, a los 18, se casó con Ted White, con quien sufrió de violencia doméstica y a quien terminaría denunciando por la misma razón, luego de ocho años de matrimonio. Todo ello en la época más racista de E.U.A.

Aun así, su pasión pudo más que todo eso y nos regaló inolvidables canciones, más que canciones, himnos para la posteridad con los que contribuía a la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos y por la resignificación del papel de la mujer en su país y en el mundo, por ello reversionó el single Respect.

Originalmente escrita por Otis Redding. Esta melodía trataba acerca de un hombre pidiendo respeto a su mujer, sintiéndose merecedor del mismo por ser el proveedor de la familia, era más una queja que una petición. Aretha tomó la canción, la reescribió, le aceleró el ritmo, agregó un deletreo icónico, de la palabra Respect y la convirtió en un símbolo de pelea por la dignidad de las mujeres.

La canción tiene un ritmo pegajoso y su principal virtud en comparación con la de Redding, es que ahora en su versión la que le pide respeto es ella, la de las peticiones es ella y que si algo no le parece ella se irá.

Es así como una de las mejores voces no solo de Estados Unidos, sino de la historia de la música, hizo más que una reversión. Dio un golpe sobre la mesa, creó un himno, se hizo notar y les regaló a las mujeres no solo la propia canción, sino una ideología carente en esa época, pero que ella se adelantó a expresar para abrirle los ojos a sus compatriotas y mantener encendido el fuego de una lucha civil obligatoria.

Aretha nos demostró que además de todos los adjetivos anteriores que usé para describirla, ella era principalmente una luchadora. Una que vivió reiteradas veces la injusticia en los rincones más íntimos de su vida. Lejos de darse por vencida, utilizó esas vivencias como el combustible que la impulsó a nunca quedarse callada y a reconocer que, además de poseer un don musical, poseía el poder de su voz.

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